Enero 18, 2020 19:10
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AHORA O NUNCA
Por el Ing. Norberto Rosendo de la Comisión Nacional Salvemos al Tren para el MONAREFA
17 de enero del 2020
Los sucesos de Australia, la inundación de La Plata, las inundaciones seguidas de sequias de nuestros campos, lluvias de granizo cada vez más grandes y la lenta retirada de los inviernos en nuestra zona son claros indicios de un fenómeno lento pero no menos catastrófico que los seres humanos sin duda, en nuestra avaricia y codicia sin fin, provocamos y que hemos llamado efecto invernadero ya están aquí.
Todavía estamos a tiempo de pararlo si encaramos los acontecimientos como una guerra declarada contra la humanidad, si nuestra generación lo deja correr, la próxima, nuestros hijos y nietos ya no tendrán de que preocuparse, pues no tendrán planeta donde vivir y la civilización tal cual la conocemos habrá dejado de existir.
Si dejamos que el cambio climático avance, el planeta le pondrá fin exterminado a las criaturas que los producen, es decir a nosotros.
Una vez que empiece el deshielo del permafost, ya no habrá vuelta atrás y la responsabilidad de haber exterminado a nuestros hijos y nietos será solo nuestra.
No todos son conscientes del peligro, y es poco lo que podemos esperar de gente que cree que la tierra es plana o que todavía discuten las teorías de Darwin o que se da un presidente acorde a su nivel cultural.
Pero los que hacemos política en este país podemos entenderlo, y empezamos a vivir algunas de sus consecuencias que más arriba he relatado y tenemos la obligación de tomar medidas para su mitigación.
El cambio climático lo ha producido lo mismo que permitió el enorme salto que ha dado la civilización en estos últimos doscientos años, el petróleo.
El carbón primero y el petróleo después pusieron en manos de la civilización una enorme cantidad de energía muy barata que permitió que la civilización tal cual hoy la conocemos floreciera y prosperara.
Ese crédito hoy se ha terminado y si pretendemos seguir viviendo de él la humanidad simplemente se acabara.
Hemos desarrollado en el proceso otras fuentes de energía que no tienen el problema de las fósiles que nos ocupan, pero nuestra avaricia en algunos casos, la codicia, la necesidad de la inmediatez, o la simple comodidad de lo conocido, no nos permiten pasar a las mismas a la velocidad que lo debemos hacer, si queremos que nuestros hijos y nietos tengan futuro.
Nuestro metier en la política es el transporte, y nuestro país contribuye al efecto invernadero en dos ítems, el primero es el transporte, el cual es el responsable de más del 50 % de nuestra contribución, el segundo ítem son las vacas y su proceso de digestión anaeróbico, el cual se ve notablemente amplificado por otra vez la angurria de la ganancia inmediata, los feedlot o engorde intensivo amplifican el problema, pero dejemos esta parte del problema en manos y en conciencia de nuestros agrónomos, ocupémonos nosotros del transporte, que es nuestro tema.
Si nosotros pasáramos a eléctrico todo el transporte terrestre podríamos reducir nuestro 50% en casi un 40%, es decir pasaríamos de un 50 a un humilde 10%.
La pregunta: ¿Se puede hacer esto? La respuesta es un sí rotundo.
Tenemos los recursos y la tecnología para hacerlo.
Es cierto que si transformáramos nuestra flota de vehículos de combustible fósil, ya sea nafta o gas oíl a eléctricos y si simultáneamente no pasáramos de nuestra actual generación de energía a renovable tendríamos el mismo perro pero con otro collar.
Debemos como prioridad de Estado abandonar lo antes posible la generación eléctrica ya sea a carbón o a gas oíl en cualquiera de sus variantes, tenemos los recursos, el viento y la tecnología para hacerlo, no es necesario comprare los molinos a los alemanes como hizo el anterior gobierno, podemos usar las que fabrica Pescarmona, y las podemos comprar sin usar dólares, así que no hay excusa, son más chicas y más ineficientes que las alemanas, es cierto, pero son nuestras y las podemos pagar con pesos.
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